En el corazón del barrio Chapinero Alto de Bogotá (Colombia) se alza Santalaia, un imponente edificio que alberga el jardín vertical más grande del mundo. Con más de 3.100 metros cuadrados de cobertura vegetal y cerca de 115.000 plantas de 10 especies pertenecientes a cinco familias diferentes, este coloso verde es fruto del trabajo del biólogo y botánico alicantino Ignacio Solano, reconocido internacionalmente por su labor en el desarrollo de ecosistemas verticales.
El proyecto fue impulsado por la empresa colombiana Exacta Proyecto Total, que encargó a Solano y a su equipo de Paisajismo Urbano, en colaboración con Groncol, la creación de una fachada vegetal viva, uniforme en volumen y color. El proceso completo duró 16 meses: ocho dedicados al diseño y otros ocho a la ejecución de la obra, que ha transformado el paisaje urbano de Bogotá.
Uno de los elementos distintivos del jardín es la inclusión de plantas endémicas colombianas. Para ello, Solano realizó una expedición previa a las selvas del Chocó, donde recolectó especies autóctonas que fueron reproducidas in vitro antes de ser integradas al edificio. Este enfoque no solo aportó autenticidad ecológica, sino que también fortaleció el vínculo entre el proyecto y la biodiversidad local.
Uno de los mayores desafíos técnicos fue el sistema de riego, debido al tamaño y complejidad del jardín. La solución fue un sofisticado sistema dividido en más de 40 sectores independientes, regulados por sensores que miden la humedad y la radiación solar. Además, el edificio cuenta con una planta de tratamiento de aguas que permite reciclar tanto el agua sobrante del jardín como algunas aguas grises del propio inmueble.
El resultado no es solo una proeza estética, sino también un ejemplo de sostenibilidad urbana. Santalaia se ha convertido en un auténtico pulmón verde en medio del cemento, aportando beneficios ambientales, como la mejora de la calidad del aire, la regulación térmica y la recuperación del equilibrio ecológico en una de las ciudades más densamente urbanizadas de América Latina.
Este jardín vertical no solo bate récords por su tamaño, sino que representa una visión del futuro donde la naturaleza se reintegra al entorno urbano gracias a la ciencia, el diseño y la pasión de profesionales como Ignacio Solano.
Sostenibilidad a gran escala
Además de potenciar el correcto desarrollo del ecosistema vertical, la biodiversidad utilizada aporta un alto valor medioambiental. Un jardín vertical con especies variadas, endémicas e incluso en peligro de extinción, como el de Santalaia, se convierte en una auténtica reserva natural urbana. Este enfoque refuerza el papel de los jardines verticales como herramientas de sostenibilidad, especialmente cuando se trata de grandes superficies.
En cifras, el jardín de Santalaia es capaz de generar el oxígeno necesario para más de 3.100 personas al año, procesar 775 kilogramos de metales pesados, filtrar más de 2.000 toneladas de gases contaminantes y capturar más de 400 kilogramos de polvo. Todo esto con un sistema que aprovecha al máximo los recursos hídricos gracias a la reutilización de aguas grises y la recirculación del agua de riego. Además, la fachada vegetal actúa como aislante natural, reduciendo el consumo energético del edificio en climatización.
Con todos estos beneficios, el edificio Santalaia no solo bate récords por su tamaño, sino que se convierte en un símbolo del desarrollo sostenible y en un referente mundial de cómo integrar la naturaleza en el entorno urbano gracias a la ciencia, el diseño y la visión ecológica de profesionales como Ignacio Solano.