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Jardines verticales para reducir la factura eléctrica

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El biólogo Ignacio Solano apunta que los jardines verticales se engloban dentro de la "bioconstrucción", tendencia que está en auge entre los arquitectos.

En las grandes ciudades, al alzar la vista, nos vemos rodeados de edificios de ladrillos, hormigón y cemento. Por este motivo nos sorprendemos cuando lo que vemos es algo diferente como, por ejemplo, una fachada verde. Son muchas las ventajas de un jardín vertical: regulan la temperatura de los edificios, producen oxígeno, filtran los gases nocivos, disminuyen la contaminación acústica…

Decir que se trata de jardines se queda corto, ya que son espacios de naturaleza, ecosistemas vivos, que se trasladan a las ciudades. Se trata de una forma de trabajo que combina disciplinas tan variadas como la botánica, la biología y la arquitectura.

Según Ignacio Solano, fundador de la empresa Paisajismo Urbano, en España esto ha llegado tarde porque se suelen hacer las cosas mal: trabajar lo mínimo y ganar lo máximo posible. Añade que no tiene sentido cubrir un edificio con mármol cuando puede hacerse con plantas, más económico y ecológico.

El sistema que mejor se adapta a las paredes es el hidropónico, es decir, el cultivo sin tierra o suelo. Se une una estructura ligera a la pared, se añade el material que sustenta las raíces, se plantan los ejemplares y se culmina con un riego automático que además reutiliza el agua. Lo difícil no es este proceso, sino hacerlo bien. Es necesario estudiar las interacciones entre las plantas, los hongos y las bacterias que formarán parte del ecosistema.

El coste, pese a lo que pueda parecer, es menor de lo que se espera. Un jardín vertical suele costar menos que construir una rotonda cualquiera. Y mientras que las rotondas pasan desapercibidas, una obra de este tipo da la mejor publicidad posible a cualquier edificio, hasta el punto de aumentar considerablemente su valor.

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