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El jardín vertical más grande del mundo
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Los jardines verticales, especialmente si se encuentran en perfecto estado, no sólo resultan llamativos, sino que también tienen un gran potencial mediático. Vivimos rodeados de contaminación, y las apuestas por los proyectos ecológicos y sostenibles no pasan desapercibidas ante la prensa. A esta tendencia verde se suma la búsqueda de lo curioso o inusual, ya que en la actualidad estos edificios aún resultan poco comunes en la mayoría de las ciudades. Por esto, si un jardín vertical, que ya por sí mismo constituye un elemento diferenciador para cualquier edificio, cuenta con una característica que lo convierte en único, el resultado será una atención mediática aún mayor. Uno de los ejemplos más claros de este tipo de características puede ser el tamaño. Los jardines verticales tienen la versatilidad suficiente como para adaptarse a cualquier espacio disponible si se utiliza el sistema adecuado, y se pueden ubicar en paredes de interior, patios o terrazas o incluso en columnas, pero también alrededor de gigantescas fachadas. Sin embargo, de todas las posibles opciones, es más fácil captar el interés de los medios o la atención de la población con un proyecto de gran envergadura.

El proyecto de Santalaia

Es el caso del jardín vertical construido en el edificio Santalaia de Bogotá(Colombia), que con sus 3.100 metros cuadrados de superficie ha establecido un récord mundial y se erige hoy como el jardín vertical más grande del mundo. La construcción de este descomunal proyecto finalizó en el año 2015, tras más de un año de planificación y más de seis meses de ejecución, en la que se utilizaron casi 85.000 plantas. El emplazamiento elegido para efectuar esta obra está situado en pleno centro de la ciudad de Bogotá. Las empresas responsables de la realización del jardín vertical han sido Paisajismo Urbano y su franquicia en Colombia, Groncol, empleando el sistema f+p patentado por Paisajismo Urbano. La complejidad del proyecto no se limita al tamaño de la fachada, sino también a su estructura. El diseño del edificio puede describirse como una serie de pilares que recorren verticalmente la fachada para unirse en la parte superior de esta. Cada uno de esos pilares cuenta con un revestimiento vegetal, y se consigue el efecto de estar recorriendo un bosque o una selva tropical.

La clave del éxito es la biodiversidad

Un proyecto de esta envergadura tiene una dificultad extra respecto a otros jardines verticales, ya que está formado por muchos más ejemplares de plantas. Por este motivo, los parámetros químicos del agua y los nutrientes que recibe la cobertura vegetal deben estar ajustados correctamente. Para construir sus jardines verticales, Paisajismo Urbano emplea el sistema f+p, patentado por Ignacio Solano, fundador y director de la firma, en el que estos parámetros están automatizados y pueden revisarse fácilmente mediante control domótico. Este sistema es idóneo para garantizar resultados en proyectos de jardinería vertical a gran escala. Para sacarle el máximo partido es importante realizar una correcta selección de especies, ya que la biodiversidad en un jardín vertical permite la interacción entre las especies que lo conforman (tanto plantas como pequeños microorganismos), refuerza el crecimiento de las plantas y las protege de potenciales amenazas, como pueden ser las plagas.

Sostenibilidad a gran escala

Además de potenciar el correcto desarrollo del jardín vertical construido, la biodiversidad aporta otros valores añadidos. Por ejemplo, un jardín vertical en el que se utilizan especies variadas cuenta con un mayor valor medioambiental. Si la implicación ecológica en proyectos de este tipo ya es alta de por sí, el uso de especies endémicas y/o en peligro de extinción, permite que los jardines verticales que se apoyan en la biodiversidad citada, se conviertan en auténticas reservas naturales dentro de las ciudades. Este es uno de los múltiples beneficios medioambientales de los jardines verticales. Y si además se trata de grandes superficies, como es el caso del edificio Santalaia, sus cualidades se verán multiplicadas. Un jardín vertical de ese tamaño es capaz de producir el oxígeno que necesitan más de 3.100 personas al año, procesar unos 775 kilogramos de metales pesados, filtrar más de 2.000 toneladas de gases nocivos y atrapar más de 400 kilogramos de polvo. A estas cifras es necesario sumar el ahorro de agua, ya que este jardín vertical aprovecha al máximo los recursos hídricos al reutilizar las aguas grises del edificio y recircular la usada para el riego. Por último, la inclusión de este jardín vertical redunda en un menor gasto en climatización, debido a que su fachada verde regula y suaviza la temperatura del edificio. Estos factores convierten al edificio Santalaia en una apuesta por el desarrollo sostenible y en una localización de referencia en la ciudad de Bogotá.